El predio marcado con el número 516 de la calle 61 entre 62 y 64 del Centro de Mérida, a pocos metros del ex convento de las monjas concepcionistas; es llamado la casa del lagarto debido a un curioso inquilino que habitó aquella casona de estilo porfiriano, años atrás.

Y es que ahí vivía don Antonio Laviada, su esposa, doña Fausta Arrigunaga, (abuelos de quien, más tarde, sería gobernador de Yucatán, Patricio Patrón Laviada); sus hijos y una mascota muy poco convencional: un cocodrilo, llevado a la casa por los muchachos Laviada luego de una excursión.
Como es de suponer, aquel animal causaba la admiración de los vecinos de la blanca Mérida y éstos enseguida comenzaron a ubicar la residencia como la casa del lagarto.
En un principio el cocodrilo fue nombrado “Tutankamón” pero con el paso del tiempo puso unos huevecillos, de modo que se le rebautizó con el nombre de Tutita, aunque también le decían Nefertiti.
Cuando los hijos de don Antonio y doña Fausta comenzaron a traer más descendientes de la familia al mundo, la peculiar mascota fue llevada a un circo pero el mote se le quedó a la vistosa casa que, por cierto, es una de las pocas con jardín frontal que se encuentran dentro del centro de Mérida.
Hoy en día, la casa del lagarto es un atractivo más del centro histórico de Mérida y vale la pena conocer el curioso origen de su apodo.